E
stá en pleno debate en nuestro país la cuestión de la reducción de la jornada laboral de
40
a
37,5
horas se
m
anales
,
por supuesto
sin la reduccn de los salarios
. E
l
M
inisterio de
T
rabajo
,
en sintonía con los sindicatos y la
I
zquierda potica
,
aboga por la i
m
plantacn de esa
medida. Se opone a ella la patronal en la
M
esa del
D
iálogo
S
ocial
. A
ntonio
G
ara
m
endi
,
presidente de la
C
onfederación
E
spañola de
O
rganizaciones
Em
presariales
,
en su crítica a
la propuesta del
M
inisterio de
T
rabajo, aseguró que tal reducción
equivale a regalar casi
por decreto
12
días de vacaciones pagadas (por la empresa) al año
.
El sector social que Garamendi representa y cuyos intereses defiende pasa por alto el
dato de que en
E
spaña el incre
m
ento de la productividad fue de
un
15
% desde
1995
,
m
ientras los salarios en tér
m
inos reales lo lo han hecho un
1,5
2
%, lo que da
m
argen
para reducir jornada manteniendo el mismo salario
. E
vidente
m
ente
,
se trata
,
una vez
m
ás
,
del eterno conflicto entre la gente que trabaja y la que vive del trabajo ajeno
. V
a
m
os a ver
que este últi
m
o tipo hu
m
ano, el que vive del trabajo ajeno, sie
m
pre fue hostil a cualquier
reducción del tie
m
po laboral
. Y
sie
m
pre quiso utilizar el poder público en su provecho.
L
a historia viene de antiguo
. T
an de antiguo co
m
o la existencia del control de los
m
edios de
producción
. C
on la aparicn de la agricultura
,
la posesión de la tierra de cultivo pasó a ser
el factor y el signo del do
m
inio social
. Y
a desde entonces
,
la apropiación del terreno
cultivable tuvo un carácter privado
,
es decir
,
era un acto
,
de fuerza por supuesto
,
realizado
por personas individuales en provecho propio y con exclusn de los de
m
ás
m
ie
m
bros del
colectivo hu
m
ano
. A
la poblacn quedaba dividida
: m
uchos, por carecer de la posesión
de tierra, se veían obligados a trabajar para los poseedores de ese
m
edio de producción,
la clase social que vivía del trabajo ajeno.
M
antener ese desequilibrio social requería fuerza coercitiva
. L
os poderes públicos
,
al
m
argen
de las transfor
m
aciones que experi
m
entaron en ese proceso
m
ilenario
,
sie
m
pre tuvieron
,
y
siguen teniendo, la función de realizar, en provecho del colectivo
,
tareas que los
m
ie
m
bros del colectivo no pueden realizar privada
,
individual
m
ente
. U
na función que
,
clara
m
ente, no se puede realizar de forma privada, individual, es el reparto equitativo
del producto del trabajo. Una tarea pendiente, que el poder público no pudo acometer
plenamente, es la de gestionar ese justo reparto. Vamos a ver que quienes viven del
trabajo ajeno recurren al poder público para la conservación de la situación social que
les beneficia y se revuelven contra él cuando, como ahora sucede, el poder público
apoya medidas de igualación social.
E
l pri
m
er intento de reducción del tie
m
po laboral fue el estableci
m
iento del descanso del
sépti
m
o día de la se
m
ana
. P
or lo que se puede colegir del relato bíblico
,
la iniciativa a favor de
quienes debían de ganarse el sustento trabajando procedía del
m
ovi
m
iento profético
(
siglos
VII
-
VIII
a
. C.),
que equivalía
,
en aquella época
,
a las actuales fuerzas de
I
zquierda
. Y
a
entonces, la clase terrateniente que via del trabajo de sus siervos ca
m
pesinos, se opuso a
esa
m
edida y utilizó el poder político para sabotearla y perseguir a los profetas que la
pro
m
ovían
. E
s típico el caso del profeta
I
saías que fue asesinado por orden del rey
M
anasés de
J
udá
. P
ero cuando otro rey
, J
osías
,
dispuso aplicar esa
m
edida del descanso sabático
,
se
volvió contra él la clase de los grandes terratenientes hasta conseguir aniquilarlo.
S
abe
m
os que debió sufrir tal persecución todo el que se i
m
plicó en el proyecto profético
liberador
,
co
m
o
J
esús de
N
azaret que expulsaba a los
m
ercaderes del
T
e
m
plo y decía que
no se puede servir a
D
ios y al dinero. Precisamente el dinero; con el desarrollo del
proceso productivo fueron apareciendo otros factores
,
aparte de la posesión de la tierra
,
que eran signo de control econó
m
ico
. A
ctual
m
ente es el capital el ele
m
ento que expresa y
garantiza la posesión de los
m
edios de producción
. E
l poder de quienes actual
m
ente viven del
trabajo ajeno se
m
ide por el capital que pueden invertir en el proceso productivo.
E
ste personal se opone sie
m
pre
,
por principio
,
a toda
m
edida de reducción de la duración
del trabajo que les beneficia
:
el trabajo ajeno
. L
a i
m
plantación de la jornada laboral de 8
horas se realizó con su total oposición.
L
a
F
iesta del
T
rabajo se estableció en recuerdo de la
huelga del 1 de
m
ayo de
1886
,
en
EE.UU.
reclamando la jornada laboral de
8
horas diarias
(
48
horas se
m
anales
). E
n la represión de ese
m
ovi
m
iento reivindicativo fueron ejecutados
varios trabajadores en
C
hicago
. F
ue una de las innu
m
erables ocasiones en las que el poder
público
,
traicionado su
m
isión
,
asu
m
e la defensa de quienes viven del trabajo ajeno.
T
odas las reivindicaciones de los trabajadores
,
bien sean de reduccn de jornada laboral
co
m
o de incre
m
ento salarial contaron
,
y siguen contando
,
con la oposicn de ese personal
que piensa que el resto de la hu
m
anidad debe sacrificarse en su beneficio y que el control y
posesión de los
m
edios de producción deben ser un asunto privado y no objeto de inter-
vención pública, estatal. Si el mencionado asunto de los mártires de Chicago fue el
detonante por la lucha por la jornada de
8
horas
,
ta
m
bién el
m
ovi
m
iento fe
m
inista tuvo sus
m
ártires que impulsaron la
m
ovilizacn de las
m
ujeres por la
m
ejora de sus condiciones de
trabajo
. E
l
25
de
m
arzo de
1911
,
en
N
ueva York, murieron 146 personas, mujeres en su
mayoría, que estaban encerradas en sus locales de trabajo.
E
l derecho a vacaciones anuales y otras reducciones de jornada se fueron consiguiendo a
lo largo de una prolongada lucha a la que la patronal sie
m
pre opuso resistencia
. L
a patronal
,
co
m
o ente organizado de los inversores de capital
,
se considera un interlocutor que tiene
algo que decir cuando se trata
,
como en esta ocasión, de algo relacionado con los
intereses de los trabajadores
. Y
su intervencn
,
exponiendo argu
m
entos en contra de toda
m
ejora, salarial o de jornada laboral, tiene siempre el carácter de amenaza y chantaje a
los poderes públicos que apoyan las reformas.
L
o peor del caso es que es asu
m
ido sin discusión el derecho a existir de ese sector o clase
social que se arroga la propiedad de los
m
edios de producción y cuya participación en el
proceso productivo es la percepción de beneficios
. ¿C
ndo co
m
prendere
m
os que algo
co
m
o el proceso productivo
,
que atañe a la totalidad del colectivo social
,
debe ser gestio-
nado por una autoridad pública que actúe en beneficio de todos por igual? La alternativa
que se está dando en la realidad genera privilegios y desigualdad, todo en beneficio de
quien se arroga el control del proceso productivo y la propiedad de los
m
edios de
producción. La clase social que vive y se enriquece gracias al trabajo ajeno.
Agosto de 2024